Israel Galván está fuera de cualquier clasificación al uso. No es flamenco. No es contemporáneo. Tampoco experimental. Es la esencia de todo ello. Es el dueño de un lenguaje único, que habita solamente en su cuerpo, desde donde lanza energías y emociones que sobrecogen a la platea. Su nuevo Solo, llamado así, simplemente Solo, tiene a su cuerpo como ejecutante y orquesta. Rompe con el tradicional y familiar sonido del zapateao sobre la madera, y en su lugar construye estruendos azotando metales y levanta tormentas pisando el polvo. Difícilmente volverá a encontrar un lugar más idóneo que la nave en ruinas de la que fuera la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, el sitio que el Mes de Danza, siempre tan atento a los rincones más insólitos de la ciudad, escogió para que él, con su artillería poética, diera por inaugurado con sus estridencias el evento, que este año viene dedicado a la no siempre comprendida relación entre danza y tecnología. Este Solo, que versa acerca de “la tecnología del cuerpo”, como señalara María González, la artífice del Mes de Danza, ha sido el prometedor arranque de la cita sevillana que intenta desperdigar la danza por toda la ciudad.
Intenso fue el sábado. Arrancó temprano en un lugar especial: el Monasterio de La Cartuja, que sirvió de escenografía a la selección de estos dúos de amor y tensión que han jalonado la carrera de Claude Brumanchon en el Centro Coreográfico Nacional de Nantes. Redimensionados, sin duda, por las amplias salas y floridos jardines de La Cartuja, los duetos, bailados con precisión relojera, dan cuenta de un lenguaje de danza preciso y poético, cercano al neoclásico, que hablan siempre de tensiones entre dos. La amenaza de lluvia empujó al interior del imponente Pabellón de Marruecos, también en La Cartuja, a un trío peculiar y desenfadado que llegó en coche, de donde apearon ese toque de irreverencia que es característico del Mes de Danza. Mónica García, Iván Marcos y Ricardo Santana trajeron I Really Want To Stay Here Now, y se dedicaron a explicarnos por qué querían estar con nosotros, desde la ironía y el humor de una danza nueva y desenfadada.
La mañana del domingo transcurrió ente transcurridas plazas en los alrededores de La Catedral, donde turistas, trasnochados y engalanados asistentes a bodas fueron sorprendidos por la danza. Ruda, insólita y virtuosa, en el caso de La Macana/Ember que bailaron en la mismísima Plaza de La Catedral, y gestual y desconcertante en el caso del macedonio Kire Miladinoski, que sorprendió en la Plaza de La Contratación. Claros herederos de la despiadada danza física de Wim Vandekeybus, el cuarteto de La Macana / Ember no conoce de treguas ni sutilezas. Su danza sin tema va de proezas de movimiento, de velocidad y tensión, de riesgo auténtico en un combate de cuerpos entrelazados de manera imposible a una velocidad que enmudece. Miladinoski es otra cosa. Explora en la gestualidad facial, en la velocidad corporal y en una preocupación meticulosa por la perfección. Desconcierta el principio pero de trata de la introducción a una manera de bailar muy particular, a su manera virtuosa, que consigue atrapar la atención por completo.
Y así, a groso modo, arrancó el Mes de Danza, con un ecléctico bombardeo de novedades en atractivos espectáculos muy distintos entre sí. Y todavía falta. SU nombre lo dice, es todo el mes. Tampoco hay que preocuparse demasiado en buscar afanosamente el programa. Si estás por Sevilla, el Mes de Danza te sorprenderá en una esquina. Y a partir de allí, seguirle la pista es coser y cantar.
Intenso fue el sábado. Arrancó temprano en un lugar especial: el Monasterio de La Cartuja, que sirvió de escenografía a la selección de estos dúos de amor y tensión que han jalonado la carrera de Claude Brumanchon en el Centro Coreográfico Nacional de Nantes. Redimensionados, sin duda, por las amplias salas y floridos jardines de La Cartuja, los duetos, bailados con precisión relojera, dan cuenta de un lenguaje de danza preciso y poético, cercano al neoclásico, que hablan siempre de tensiones entre dos. La amenaza de lluvia empujó al interior del imponente Pabellón de Marruecos, también en La Cartuja, a un trío peculiar y desenfadado que llegó en coche, de donde apearon ese toque de irreverencia que es característico del Mes de Danza. Mónica García, Iván Marcos y Ricardo Santana trajeron I Really Want To Stay Here Now, y se dedicaron a explicarnos por qué querían estar con nosotros, desde la ironía y el humor de una danza nueva y desenfadada.
La mañana del domingo transcurrió ente transcurridas plazas en los alrededores de La Catedral, donde turistas, trasnochados y engalanados asistentes a bodas fueron sorprendidos por la danza. Ruda, insólita y virtuosa, en el caso de La Macana/Ember que bailaron en la mismísima Plaza de La Catedral, y gestual y desconcertante en el caso del macedonio Kire Miladinoski, que sorprendió en la Plaza de La Contratación. Claros herederos de la despiadada danza física de Wim Vandekeybus, el cuarteto de La Macana / Ember no conoce de treguas ni sutilezas. Su danza sin tema va de proezas de movimiento, de velocidad y tensión, de riesgo auténtico en un combate de cuerpos entrelazados de manera imposible a una velocidad que enmudece. Miladinoski es otra cosa. Explora en la gestualidad facial, en la velocidad corporal y en una preocupación meticulosa por la perfección. Desconcierta el principio pero de trata de la introducción a una manera de bailar muy particular, a su manera virtuosa, que consigue atrapar la atención por completo.
Y así, a groso modo, arrancó el Mes de Danza, con un ecléctico bombardeo de novedades en atractivos espectáculos muy distintos entre sí. Y todavía falta. SU nombre lo dice, es todo el mes. Tampoco hay que preocuparse demasiado en buscar afanosamente el programa. Si estás por Sevilla, el Mes de Danza te sorprenderá en una esquina. Y a partir de allí, seguirle la pista es coser y cantar.